El teatro es necesario. Con palabras distintas pero con
similar intención lo proclamaron las nuevas vanguardias a mediados del siglo
XX. En algún momento de su existencia el Living Theatre, Jerzy Grotowski, Peter
Brook o el Théâtre du Soleil, entre otros, creyeron, o creen todavía, que este
arte abatiría las barreras levantadas por la civilización urbana,
mercantilizada, restableciendo la comunidad perdida. Ahora, este encuentro de
unos pocos seres humanos fuera del tiempo se halla esencialmente en riesgo,
entre otras causas porque las alianzas que la escena establece con el
espectador son huidizas, pasajeras, susceptibles al olvido y, en consecuencia,
inseguras. Sin embargo, las amenazas que lo acechan también suelen provenir de
causas más materiales y poderosas.
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